La academia de las musas. Todo esto va de prédica, ¿qué haces tú en clase sino predicar?
(Publicado a marzo de 2025, en el #28 de la revista La Letra)
Al igual que veíamos en la correspondencia entre Eloísa y Abelardo -tutor y estudiante, amantes imposibles marcados por un trágico final-, José Luis Guerin ficcioniza aquí los vínculos entre un profesor (Raffaele Pinto) y sus alumnas. Enmarcados en la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona, se suceden fragmentos de un seminario en torno a la Divina Comedia y diálogos entre las propias alumnas. Sólo salimos del aula para asistir a conversaciones de mayor intimidad entre las cuatro paredes del hogar del profesor, en conflicto permanente con Rosa Delor i Muns, su esposa en este falso documental.
Un velo cubre la aparente realidad del filme, haciendo que el espectador se pregunte constantemente si se le está revelando una Verdad. Un juego pícaro da comienzo entonces, cuando comenzamos a buscar este universal a la misma vez que lo hacen los personajes. De cierta manera, se podría considerar a la cinta como un destello de autenticidad, entre todo aquello que pasa por nuestra mente y nuestros ojos a lo largo del metraje. El director se convierte en un titiritero macabro que se divierte confundiendo realidad y ficción -¡dentro de otra ficción!-. El cineasta firma, asimismo, el guion, planteando explícitamente esta cuestión: En la novela, el texto se convierte en un espejo en el cual el lector se ve reflejado. En esta ocasión, es el cine el cual actúa como reflectante, reverberando preguntas universales y sus correspondientes respuestas dubitativas (y, por lo tanto, erróneas).
Es la Duda quien nos guía a través de este viaje, comparable en su capacidad de abstracción a las referencias de las que parte: el viaje infernal de Dante Alighieri y la travesía de Eneas contada por los hexámetros dactílicos de Virgilio. Relato imprescindible es, además, el del amor entre Eloísa y Abelardo, que se compara a las enormes narraciones clásicas y a las problemáticas con las que lidian los personajes de la ficción de Guerin.
A medio camino entre la erudición y la pedantería, la propia película lleva a cabo una importante función didáctica. Acerca al espectador a grandes poetas: a la Égloga III de Garcilaso de la Vega y sus ninfas tejedoras de mitos y a Juan Ramón Jiménez, el poeta andaluz que suplica por una muerte carnal en sus Pastorales (1905). Crea la ilusión, tanto a sus personajes como a sus espectadores, de atisbar un Absoluto, de poder despojarse finalmente de la Duda.
Cabe pensar que las alianzas entre personajes alumbran el pensamiento. Uno termina de atestiguar el milagro fílmico y no puede evitar pensar que ha descubierto algo muy grande. Quizás la Verdad haya estado siempre delante de nuestros ojos, quizás se encuentre en los espacios que nos separan y a su misma vez nos unen. Quizás nos rodea, siempre omnipresente, aunque sólo alcancemos a adivinarla cuando el Otro la señala.
Las referencias literarias son una constante en el desarrollo del metraje, con una atención especial puesta en la Antigüedad grecorromana y sus mitos y rituales de referencia. En una de las secuencias más arrebatadoras del filme, el profesor acude junto a una de sus musas-alumnas a Cumas (antigua Magna Grecia) en busca de respuestas. La gruta de la Sibila se muestra ante ella como portadora de Verdad, ésa tan anhelada. La mujer acude con un interrogante debajo de la lengua: quería saber quién iba a ser el hombre que iba a estar conmigo siempre.
Aunque sea la palabra que más escuchamos en toda la obra, en la película no se trata de belleza. Las problemáticas incumben al deseo, su aceptación y consumación (con todas sus consecuencias), pero no a la belleza. La mirada masculina oprime los ideales que no comulgan con los suyos y aquí se exponen algunos de los más graves errores cometidos a causa de esta ceguera voluntaria.
Los poetas, según los filólogos que intervienen, dialogan con la Muerte. Aunque esto no se manifieste en la cinta, puede considerarse una musa, una de las más importantes. Los celos son otra musa e inspiran a los personajes, desde luego; a escribir, leer, buscar y hasta a gritar. Con la excusa de la enseñanza como seducción, se exime la culpa de caer en el adulterio y mancillar la invención amatoria de los poetas.
El cineasta-trovador, padre de milagros como Tren de sombras (1997) y En la ciudad de Sylvia (2007), ha demostrado desde sus manifestaciones artísticas más tempranas una inclinación natural por la poesía documental, así como un interés especial en las comunidades y lo que las une y caracteriza. En su Innisfree (1990) retrata la población que acogió el rodaje de El hombre tranquilo (John Ford, 1952), firmando la autoría de un documento de costumbres marcado por el cariño y la fascinación, contagiados ambos al espectador por medio de su cámara.
Su labor de testimonio etnográfico se extrapola hasta esta su Academia. Acompañamos a los personajes hasta la naturaleza bucólica de la literatura pastoril y aparecemos repentinamente en Cerdeña. El saber no se recluye en las aulas y bibliotecas, por sorprendente que pueda parecer, un docente de tanto renombre descubre que lo verdaderamente importante está ahí fuera: en los cotidianos desconocidos. Aprendemos la configuración de la familiaridad en otros contextos, la comunicación por medio de sonidos desconocidos para los forasteros y la posibilidad de Amor a pesar de la incomprensión.
Fui arrastrada por el encanto del pastor. Pensaba en Leopardi, uno de los Cantos, el del Pastor Errante. Para mí fue bellísimo porque era una nueva dimensión. Sin la dimensión literaria nunca hubiera sufrido el hechizo del pastor, por esto digo que la literatura puede amplificar, incluso crear de cero. Porque te aseguro que el deseo que sentí por este pastor nunca habría existido, en ningún caso, sin todo ese contexto literario.
Lenguas de todas partes se entremezclan en un intento por huir de la cárcel del lenguaje, que todo abarca y todo limita. Sardo, italiano, catalán y español; ni siquiera todos los idiomas del planeta podrían facilitarnos la comunicación, no en este mundo. Aun así, dentro de la ininteligibilidad, se enriquece la obra y se da, de nuevo, el enamoramiento.
La academia de las musas se alza como un majestuoso canto al conocimiento, la enseñanza y el deseo. Aunque enseñar y aprender es un riesgo, se nos instruye en la armonía perfecta que une todas las artes en comunión. Asimilamos que hay que mirar hacia arriba para hablar de Dante y de coronas de laurel, también que debemos entornar los párpados y levantar la barbilla. Al término de la cinta, el espectador está preparado para leer bien a Garcilaso e ir por ahí sembrando la duda. Puede que hasta haya descubierto alguna verdad universal.
Lo que distingue a un animal del ser humano es la capacidad de controlar el cuerpo y la voz a través de un orden. Este es el motivo y la causa por la cual la música y las musas se entienden como el principio de la civilización.
¿Pedanteria? Tal vez haya sido muy dura al emitir ese juicio...A mi me parecd un logro inmenso haber podido realizar una película tan interesante y divertida con tan pocos medios.
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