Elegía a un Bucólico Bizarro
Un día antes de la noticia del repentino fallecimiento de David Lynch, padre de las pesadillas modernas y de los cortinajes rojos, veía el vídeo correspondiente al 365 Day Project de Jonas Mekas. Un martes 16 de enero de 2007, Mekas sacó a la luz una conversación con Harry Stendhal en torno a la relación que guardan los árboles y la muerte. En la película, el cineasta sostenía que: Es una idea muy bonita tener un árbol sobre la tumba de uno. Cuando muera -por supuesto, todos morimos-, me gustaría que se plantara un árbol sobre mi tumba. El árbol crecerá y estaré en él; por estar en el árbol, estaré en la naturaleza y de vuelta a la vida en otra forma.
La noticia me cayó como un jarro de agua fría y no pude quitarme de la cabeza las palabras que había escuchado escasas horas antes. De la misma forma que llega un augurio, estas palabras parecían haber querido adelantarme lo que ocurriría poco después. Acudieron a consolarme en el mismo momento que me llegó la primera noticia, sirviéndome de bálsamo. El interlocutor de Mekas prometió asegurarse de plantar un árbol contiguo a su futura tumba si el cineasta cruzaba al otro mundo antes que él. Yo me comprometo a asegurarme de que el futuro lecho de Lynch cuente también con uno, a poder ser un sicomoro.
También en la grabación, Harry Stendhal hablaba de la tradición de un pueblo africano que afrontaba la muerte a través de la vida que podría venir. Plantan semillas en los estómagos de los fallecidos que acaban por brotar. Los árboles de sus bosques son las nuevas formas de vida de sus antepasados; cobijan, dan sombra y acompañan a sus descendientes. La sombra de Lynch no nos dejará hasta que acatemos su mismo sino, como si se tratara de una mano invisible, estará siempre cerca de nosotros señalando la luz que entra por la ventana y el camino a la cafetería más cercana.
Para poner en común la obra de Lynch con los árboles, no es necesario hablar de muerte. Marcado desde su infancia más temprana por la profesión de su padre (científico muy ligado a la agricultura), inclinado siempre a la naturaleza y a los árboles; cabe preguntarse por qué acabó decantándose por encerrarse en sets de rodaje y salas de montaje. En su obra como dibujante encontramos representaciones constantes del medio natural. Árboles talados, frondosos o complementados por otros elementos; todos salpican su arte.
Lynch habla del cariño que siempre le ha profesado a los árboles, concentrados en áreas forestales o no, en su Espacio para soñar (Reservoir Books, 2018), al narrar un breve romance con una amiga en su adolescencia:
En el lecho de un bosque de pino ponderosa suele haber un colchón de agujas de casi dos palmos. A eso lo denominan mantillo. Es increíblemente blando, y Sue y yo corríamos entre los árboles y en una de esas nos lanzamos al mantillo y nos dimos un beso larguísimo. Fue alucinante. El beso iba siendo cada vez más íntimo, y alguna cosa empezó a prender.
Idilios bucólicos y sus vueltas de tuerca.
El mantillo descrito por el director se halla en un punto extremo de la dicotomía que abarcará su obra. En el otro extremo encontramos elementos de valor más inquietante, como las palmeras de Mulholland Drive (2001), las rosas de Terciopelo azul (1986), el bosque Ghostwood en Twin Peaks (1990), los campos y el cortacésped en Una historia verdadera (1999), etc. En su obra e intervenciones asoma constantemente la naturaleza con sus elementos. Incluso en el neonato de Cabeza borradora (1977) vemos la vida que impregna toda su producción artística. En lo más grotesco nos descubre la más grande belleza, en los misterios encuentra su esencia más pura. Enmarca el medio natural como lo harían en los mejores poemas pastoriles, aunque aquí las pastoras transmuten en cantantes de clubes, hijas de propietarios de hoteles y otras mujeres atormentadas.
De la misma manera en que caen las semillas del sicomoro, que se agarran a la tierra como si se les fuera la vida en ello, me agarro yo al polvo sobre el que estoy abatida. Desamparada, no puedo levantarme, ni siquiera aferrarme al suelo. No sé cómo enraizar ahora, despojada de un guía que marcaba siempre el camino a los cielos claros y despejados. El desconsuelo asola a todos los que hemos tenido la grandísima suerte de ser contemporáneos a tan gran artista.
Paseando entre los árboles, mirando el cielo por la ventana, asomándonos por encima de la valla al jardín del vecino e incluso viendo la televisión, recordaremos constantemente al Maestro.
Creador de sueños, nos veremos bajo los árboles.
And I'll see you
And you'll see me
And I'll see you in the branches that blow
In the breeze
I'll see you in the trees
I'll see you in the trees
Qué preciosidad 💌
ResponderEliminar❤️ Un abrazo enorme,,
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