Réquiem por un noir
Tai Kato nos sitúa en un Japón oscuro en la década de los 60. Partiremos de la ducha de un domicilio y pasaremos por la comisaría, un par de restaurantes elegantes y otros cuantos apartamentos. El director, asistente de Akira Kurosawa en Rashomon (1950), aleja su foco de las historias de yakuzas que invaden parte de su filmografía para centrar toda su atención en un asesino fetichista.
Acompañamos al homicida desde la primera escena del filme. Lo primero que atestiguamos es el asesinato brutal de una mujer aparentemente inocente. Se nos obliga a mirar lo que hace, observaremos sus métodos pero no sabremos sobre su motivación. El verdugo obliga a la mujer a escribir el nombre de otras mujeres, que suponemos siguientes víctimas. El comienzo nos deja a solas con muchos interrogantes y un asesino.
Una película de un asesino en serie no tiene por qué estar exenta de referencias. Una de mis escenas favoritas la constituye un interrogatorio en el cual el sospechoso defiende su coartada: estuvo en el cine toda la noche y, después, volvió a casa en taxi. Incluso da los títulos de las películas que vio: I just cried y Cruel Story. ¿Un presunto asesino viendo un drama romántico la noche del asesinato?
Déjame leer tu palma. Mi falsa quiromancia predice que pronto morirás... Quizás ya estés muerto.
¡También se nos invita a las citas del matador! Estas escenas de galanteo enriquecen la obra dándole tintes románticos. Verlo con sus víctimas y con su amada nos ayuda a crear un perfil de su persona, abundante en sombras y misteriosa, cuanto menos. La música que nos acompaña a lo largo del metraje ayuda a crear una atmósfera perfecta para todo lo que vemos (aunque luego resulte inútil tratar de encontrarla online). Atisbamos la complejidad del personaje pero no será hasta el término del filme cuando obtengamos respuestas y conclusiones. Nuestras pesquisas nos guiarán en el viaje y, poco a poco, se irá arrojando luz sobre las dudas que nos acechan.
El blanco y negro de la cinta es precioso, además, juega con los fundidos y yuxtapone distintos escenarios, dejándonos ver a varios personajes que se encuentran en espacios distintos... ¡a la vez! Si a esto añadimos la poesía que empapa los diálogos dramáticos, las miradas de las mujeres desesperadas que se saben perseguidas y sus lágrimas que -milagrosamente- no estropean su maquillaje; tenemos una película perfecta para mi subgénero dominical.
En una película de domingo, todos actúan por amor. En un cuento de venganza, también. Pero entre ambos hay una diferencia crucial, aprendida en la cinta. Una enamorada puede esperar cinco, diez años incluso; no es mucho tiempo si el fin de la espera supone un reencuentro. Pero la venganza no puede esperar, la rabia carcome y el ciclo del castigo divino debe consumarse.
Se puede obrar por amor a ideales, por amor a la pureza. Nicolas Cage lo ha hecho este mismo año en la película de Oz Perkins, Longlegs. La preservación de la castidad lleva a la muerte, se considera la única manera de custodiar el pudor. Es irónico atentar contra la vida con motivaciones morales. Aunque aquí el criminal no canta Let me in now, / and it can be nice. / Make me go now / and I'll have to come back. / Not once, / not twice, / but as many time as I like, sí que creo que comparte credo con Longlegs.
Arruinaste algo puro e inocente [...]. ¿Por qué sigues viviendo?
Película de domingo, de ángel castigador, de Don Juan de Hokkaido, de encanto particular.
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